El ligamento cruzado anterior (LCA) es uno de los cuatro ligamentos principales de la rodilla. Este ligamento une la parte posterior del hueso del muslo (fémur) con la parte frontal de la espinilla (tibia). Si el LCA se daña, la rodilla se vuelve inestable y puede sentirse como si estuviera «cediendo». La lesión del LCA es muy común y ocurre principalmente en deportes que implican una acción pivotante (torsión) de la rodilla, como el esquí, el fútbol americano, el netball, el fútbol, el baloncesto y la gimnasia. Las mujeres son significativamente más vulnerables a las lesiones del LCA debido a la diferencia en la anatomía de la rodilla, lo cual resulta en un LCA más débil.
La lesión generalmente ocurre sin el contacto de otro jugador y puede resultar de un aterrizaje incómodo por un salto, pivotando en la rodilla o corriendo y deteniéndose repentinamente. En todos estos casos, se puede aplicar una fuerza excesiva sobre el LCA y este se rompe.
Los síntomas de una lesión del LCA son:
- Una sensación de inestabilidad inicial, el atleta describirá algo «saliendo».
- Hinchazón extensa.
- Dolor intenso inmediatamente después de sufrir la lesión.
- Usualmente hay un estallido o grieta audible en el momento de la lesión.
- Incapacidad de enderezar completamente la pierna o de continuar con el deporte.
- Posible sensibilidad leve generalizada.
El tratamiento de una lesión del LCA puede requerir una reconstrucción quirúrgica o puede ser no quirúrgica. Hay muchos factores a considerar al decidir sobre la intervención quirúrgica incluyendo si el paciente desea volver al deporte relacionado con el pivote y si está preparado para tener el tiempo fuera del trabajo para recuperarse de la cirugía entre otros asuntos.
La intervención no quirúrgica incluye el uso de una rodillera para proporcionar estabilidad y fisioterapia, que puede incluir hielo, calor, ultrasonido, movilización pasiva de la articulación de la rodilla, técnicas específicas de vendaje y ejercicios de fortalecimiento de los músculos circundantes para estabilizar la rodilla y evitar que se vuelva a lesionar, así como ejercicios de movilidad y funcionales/deportivos hasta que se haya producido la recuperación total.
Si la cirugía está indicada, se implementará un programa de fisioterapia prequirúrgica para ayudar a fortalecer la articulación y reducir la hinchazón, asegurando así el éxito de la cirugía.
Después de la cirugía, la articulación pierde flexibilidad y los músculos alrededor de la rodilla tienden a atrofiarse (o a hacerse más pequeños). Esto requiere fisioterapia para fortalecer los músculos y aumentar la amplitud de movimiento. El programa comienza con hielo, calor o ultrasonido para controlar el dolor y la hinchazón. A continuación, se realizan ejercicios de amplitud de movimiento y luego ejercicios para fortalecer la articulación y los músculos circundantes.
Caminar, nadar o montar en bicicleta es útil en este punto para mantener la forma física. El programa de fisioterapia que sigue a la reparación del LCA es intenso y está estructurado para que se produzca un retorno gradual a las actividades funcionales y deportivas plenas. A medida que la rehabilitación avanza, los ejercicios se hacen más avanzados y se relacionan específicamente con el deporte del atleta, la rehabilitación del LCA puede llevar algunos meses, pero al final se podrá volver al campo de juego, indica el fisioterapeuta Miguel Peña.